Muchos hemos tenido en alguna ocasión de nuestra feliz infancia, una bicicleta. Y tal vez recordemos que, a veces, por cierto snobismo, cuando no de seguridad, venían provistas de farolas delanteras y traseras, para poder “iluminar” con su potente foco, los caminos de tierra por los que transitábamos al atardecer e incluso la noche, ya que raramente nos cansábamos de jugar.
Y si recordamos, la mayoría de estas lámparas, venían unidas a un dispositivo que transformaba el rodar de las ruedas de nuestra bici en una corriente eléctrica encendía el foco. Y podremos recordar que cuanto más aprisa íbamos, más brillaba la lámpara.
El aparatito en cuestión era un dinamo, y mediante el, transformábamos la energía cinética de nuestra bicicleta, en energía eléctrica, uno de los principios que todos hemos estudiado en la escuela.
Es algo que prácticamente todo el mundo conoce, sin embargo, tal vez la comodidad de la civilización nos ha hecho olvidar algunos principios básicos, y nos hemos acomodado a consumir sin esforzarnos, grandes cantidades de energía, con el consiguiente perjuicio para nuestro planeta y sus recursos.
Y esto ha revertido muy negativamente, tanto en nuestros recursos, como en nuestra salud física. Cada vez estamos más sedentarios y débiles.
La aplicación de esta producción de energía en la vida moderna
Sin embargo, una nueva mentalidad pro ejercicio y forma física óptima renació hace algunos años y cada vez más personas a lo largo del mundo hace uso del deporte y de los gimnasios para ponerse en forma.
Al hilo de esta actividad, hemos podido encontrar un gimnasio que aúna la filosofía del fitness con la ecología, haciendo uso del ejercicio que los que se entrenan allí realizan, para crear energía. De esta manera, se puede ampliar el nivel de luz reduciéndolo del uso de los sistemas automáticos que proporcionan las instalaciones normales, y que, además, producen un alto nivel de contaminación en nuestras ciudades.
Esta idea de crear energía a base de esfuerzo físico humano, por ejemplo, pedalear, viene introduciéndose en diversos ámbitos, con los que se pretende minimizar el abuso energético, al tiempo que conseguimos ciertos beneficios personales. Un ejemplo está teniendo lugar en Brasil, donde en ciertas prisiones, algunos condenados pueden reducir los tiempos de sus condenan si se dedican a crear energía a base de pedales.
Existen también discotecas que obtienen energía de los bailes de los asistentes, y en algunas ciudades, las calles están preparadas para absorber la energía de sus viandantes produciendo electricidad.
Y al hilo de esto, ya hay gimnasios que aprovechan la actividad de sus deportistas para autoabastecerse y además, derivar el excedente energético producido, a la red eléctrica general.
Como vemos, sólo con un poco de imaginación y ganas de ayudar, podemos conseguir reducir la carga que suponemos a nuestros recursos, aprovechando nuestras mismas actividades lúdicas, algo que sin duda, podría producir enormes beneficios sociales e individuales.
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