Cada día estamos más bombardeados por la tecnología. No terminamos de comprar un nuevo celular, que ya aparece un modelo nuevo; igual pasa con la mayoría de los productos tecnológicos. La innovación es cada vez más acelerada; sin embargo, es interesante saber que la obsolescencia se encuentra en su fase final. Te contamos por qué…

Obsolescencia programada: el tiempo de vida muere para los productos

Cuando nos referimos al termino “obsolescencia programada” se nos viene a la mente una serie de definiciones que no estarían del todo mal, pero ¿a que se refiere en realidad? Son varios los puntos que vamos a tratar; el esencial es visualizar una realidad que hemos presenciado, pero a la que no prestamos atención.

Aquí les doy dos interrogantes para aclarar: ¿cuánto duraba el primer celular que tuvimos? ¿Son mejores los teléfonos actuales?

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Pues bien, ya sé lo que respondieron: duraban mucho, es más, se caían y el que se rompía era el piso. Y en cuanto al siguiente interrogante, es obvio que son mejores los móviles actuales; puedes entrar en redes sociales, Internet, comunicarte por medio de chat, entre otras tantas utilidades. Pero ¿cuánto dura esta innovación para nosotros?

¿Cuántos tipos de obsolescencia existen?

La obsolescencia programada nace a mediados del siglo XX y puede ser definida como la necesidad de comprar otro producto, porque la duración de los mismos es cada vez más corta. Así entendemos cómo nos vamos atiborrando de artefactos eléctricos, de dispositivos tecnológicos y hasta, por qué no, también de vestimenta.

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Vance Packard en su libro The Waste Makers clasifica 3 tipos de obsolescencia programada:

  1. La obsolescencia de calidad: el producto deja de funcionar como debería y es reemplazado
  2. La obsolescencia de función: la evolución siempre rompe paradigmas; así los productos con mayor función suplantan a los anteriores
  3. La obsolescencia de deseo: el producto aún funciona y no existe algún otro que lo suplante, pero por cuestiones, digamos, de “moda” deja de ser ostentoso y, por ende, es desechado.

¿Te dejas llevar por la obsolescencia psicológica?

Otras de las obsolescencias que podemos incorporar a este gremio es la psicológica. Tenemos que aceptar que comemos con los ojos, y cuando nos referimos a aparatos electrodomésticos o a dispositivos tecnológicos también, pasa algo similar. Por ejemplo: la licuadora de nuestra abuela aún funciona, pero se ve fea; sin embargo la que vimos en aquella tienda departamental tenía un diseño futurista y algo minimalista; esa es la que utilizaremos, no importa que sea costosa.

Conocer estas cuestiones abre las puertas a una mentalidad más libre en cuanto al comercio y al mercadeo. Podemos cambiar al mundo, pero primero tenemos que cambiar nosotros. El hecho parte de no ser consumista y ser más apreciativo con lo que ya tenemos; si aún poseemos un televisor que funciona, no necesitamos el más novedoso. ¿No te parece?

“Trabajamos en lo que odiamos para comprar cosas que no necesitamos” –Tyler Durden