No es conveniente sentarse a la mesa con actitud forzada. Si comes con naturalidad y, además, consumes más productos naturales adecuadamente cosechados, tendrás una mejor salud, tanto física como mental.
La tierra deja su huella en lo que comemos
El mundo se sostuvo por milenios con los abonos naturales. Es innegable que la aparición de los fertilizantes artificiales trajo consigo un incremento sustancial en la producción de alimentos, que sacó del hambre a mucha gente, pero quizás la situación ha llegado al otro extremo.
Actualmente, menos del 1% de la población mundial trabaja la tierra para alimentar al restante 99%. Es decir, de un patrón antiguo en el que muchas personas tenían que trabajar para producir alimentos, hemos pasado a un mundo postmoderno en el que solo unos pocos tienen que trabajar en los campos.
Esto tiene ventajas y desventajas. Una de las desventajas es que nos hemos olvidado de lo distinto que sabe un huevo puesto por una gallina pica tierra, criada al natural en el patio de la casa.
Además, los fertilizantes artificiales y los aditivos en las comidas son químicos que contaminan tanto el suelo como los productos que consumimos. Algunos de estos aditivos son francamente indeseables.
Es utópico pensar que el mundo va a abandonar los fertilizantes artificiales y los aditivos químicos por consideraciones ambientalistas, pero hay ciertas cosas que podemos hacer.
Debemos estar atentos a lo que comemos y también a presionar por la eliminación de aditivos químicos que se ha comprobado que son dañinos, especialmente para los niños. También de su adición en lo que comen los animales con los que finalmente también nos terminamos alimentando.
Si eres uno de los afortunados que cuenta con un pedazo de suelo al aire libre, siembra algunas hortalizas o un frutal y abónalo con un compost producido con los desechos orgánicos de tu cocina. Es muy agradable comer una manzana que arrancamos de nuestro propio árbol que ha crecido al natural.
La carne es dañina para el ambiente
El consumo excesivo de carnes, especialmente de las rojas, tiene consecuencias negativas para la salud. Y ese consumo exagerado está afectando también la salud ambiental.
Los rebaños de vacas, cerdos, ovejas y otros animales de crianza masiva ya han superado a los sistemas de transporte como máximos emisores de dióxido de carbono. Igualmente, estas enormes manadas, que no paran de crecer, contaminan también la tierra y el agua.
La próxima vez que estés pensando en comer un enorme filete, opta por uno más pequeño o por algún vegetal pesado (los granos son una excelente opción para almorzar o cenar). Tu salud y la del planeta te lo agradecerán.