El uso del plástico en nuestra sociedad está tan extendido, que prácticamente no podríamos entenderla sin él; es más, desde su descubrimiento, y la comprensión científica de sus aplicaciones, ha ido desplazando el uso de otros materiales que hasta entonces eran básicos, como la madera o el hierro, el latón, etc.
Pero, ¿cómo perjudica el plástico al planeta?
Como suele suceder con los avances tecnológicos, el uso del plástico se ha popularizado y se extiende, si ello supone ahorro de esfuerzo para el hombre, mucho antes de pararse a pensar en las consecuencias.
Así sucedió con el carbón, y hoy con el petróleo y el gas, y con las emisiones contaminantes que éstos producen y sus consecuencias catastróficas a nivel global, como ya está demostrado.
El plástico ha tenido un efecto similar en cuanto a afectación medioambiental negativa, aunque, si bien es cierto que menos evidente a primera vista, sólo con pararnos a mirar a nuestro alrededor, podemos ver las consecuencias inmediatas: cientos, cuando no miles de kilos de bolsas y residuos plásticos, llenan las calles de nuestras ciudades, que han de ser recogidos diariamente por empresas especializadas para evitar los riesgos de salud.
Pensemos en las ocasiones en que cualquiera de estas empresas va a una huelga por cualquier motivo, y la basura deja de recogerse…
El plástico llena hoy por hoy, todos o casi todos los espacios colonizados por el humano, y aun los que ni siquiera conocen su existencia. Pensemos en las islas de basura de bolsas de plástico del océano Pacífico.
Naturalmente, cuando los intereses económicos encuentran un equilibrio con nuevas tecnologías, aquéllos permiten que se desarrollen otros avances que permiten cierta reciclabilidad de los materiales que el humano usa y después desecha.
¿Cómo revertimos esta situación?
Es así, ahora, afortunadamente, con las bolsas de plástico biodegradables, que desde hace algún tiempo, están siendo fabricadas y comercializadas por algunas empresas, con materiales biodegradables.
Esto se consigue de dos formas un tanto diferentes: en ambos casos, se trata de la adición de algunos elementos químicos que tras un cierto período de tiempo, permiten que el plástico pierda su estructura y sus moléculas de hidrocarburo se rompan, desintegrándose así las bolsas de plástico.
Eso sí, los metales pesados que contienen no son eliminados, quedan como residuos permanentes.
La diferencia en los dos tipos radica en que el desarrollado por Epi-global, por ejemplo es biodegradable, es decir, requiere la presencia de microorganismos en el medio ambiente para procesar esos residuos, y el otro tipo, desarrollado por la empresa Symphony Environmental, no requiere de la presencia de dichos microorganismos, iniciándose el proceso de degradación del plástico después de un cierto periodo de tiempo, pero sin requerimientos exógenos.
Como podemos observar, en ambas persiste el problema de los residuos de metales pesados, pero lo cierto es que ya han sido aprobados por la administración americana FDA y podrían llegar a ser una alternativa muy útil y esperanzadora para reducir drásticamente los niveles de contaminación plástica.
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