Hoy más que nunca, las energías renovables, como las que acuña el autoconsumo fotovoltaico, son la receta ideal para guarecer al planeta de cuanto daño ha causado el ser humano. Asimismo, se trata de una alternativa al consumo energético mediante la que ahorrar sobremanera tanto en hogares como en empresas. Pero, ¿en qué consiste exactamente el autoconsumo?

Ahorrar dinero y recuperar el planeta

A pesar de la insistencia y los esfuerzos de muchos grandes individuos que presagiaron este drama, el ser humano está acelerando el planeta hacia un final abrupto que sólo podremos revertir con un verdadero compromiso medioambiental. La sostenibilidad, contra todo negacionista, no es más que uno de los caminos a seguir para devolver nuestro mundo a su frugal belleza. Además, se trata de un estilo de vida que trata de ser lo más respetuoso posible con el medioambiente a la par que, y contrastando sus recursos con los medios convencionales, un modo de ahorrar energía y gastos salvando la Tierra.

Generar la propia energía hoy en día no es algo que esté necesariamente fuera de nuestro alcance. La realidad es que el tiempo ha democratizado los costes de las energías renovables y, aunque en un principio puedan parecer costosas, se trata de una inversión a largo plazo que cunde más de lo que parece. Es el caso de la energía fotovoltaica, que toma los rayos del sol como fuente renovable para abastecer cualquier hogar e incluso empresa. Al fin y al cabo, la pregunta no es sólo cuantas placas solares necesito para una casa –que, por cierto, y según se comenta en un post de atersa.shop, depende de la superficie de ésta–; sino, más bien, ¿qué puedo hacer para ayudar al planeta y que sea fácil?

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El sol al servicio de todo cuanto vive

El sol es uno de los recursos de supervivencia de muchos de los seres vivos que existen en el mundo y del que, por ende, el ser humano no es una excepción. Con ello, la energía fotovoltaica ha resultado ser una de las fuentes de energía renovable más solicitada dada su facilidad de aplicación. Básicamente, consiste en la instalación de unos paneles que convierten la luz solar en electricidad de forma inagotable, sin producir ningún tipo de agente contaminante y que puede disponerse tanto en grandes extensiones para abastecer una localidad como bien dedicarse al autoconsumo fotovoltaico.

Como su etimología indica, el autoconsumo fotovoltaico hace referencia a aquellos edificios que se autoabastecen con energía renovable. Ejemplo de ello lo serían todos aquellos centros comerciales, fábricas, hoteles o incluso hogares de particulares cuyos tejados o jardines disfrutan de la presencia de placas fotovoltaicas. Entre sus muchas ventajas, se encuentra su asequibilidad frente al encarecimiento de la factura eléctrica, con su consecuente emancipación del yugo de las compañías de electricidad, así como también reduce las pérdidas de energía.

Esto último se debe a que no formamos parte de una misma red eléctrica compartida con otros consumos, así que la electricidad se genera y se consume en nuestro espacio. Además, dado que el circuito queda acotado en nuestra propiedad y pendiente del consumo que queramos realizar durante el día, tampoco aparecen cortes de electricidad o caídas de tensión provocados por la hora punta. Repitiendo que, aunque pueda parecer una inversión costosa, su precio se ha abaratado en un 80% en unos 5 años. Lo que, a su vez, vaticina una revolución del autoconsumo que, si no en breve, no tardará muchos años en llegar para quedarse.

¿Cómo funciona el autoconsumo fotovoltaico?

En primer lugar, y a sabiendas de que el dinero es uno de los factores que más influye en prácticamente cualquier decisión sobre consumo energético, es preciso mencionar que existen distintos modos de costearse una instalación fotovoltaica. Por una parte, existe la posibilidad de abrazar el autoconsumo residencial, donde en lugar de dedicar dicha energía a un solo recinto, podríamos disponer de ella colectivamente, compartiendo el consumo entre diversas empresas e incluso hogares. Concretamente, el autoconsumo industrial, dada su mayor demanda de energía, sí precisa de un tamaño superior de instalaciones, donde entrarían las plantas de placas fotovoltaicas.

Del mismo modo, el autoconsumo conectado se sirve de la electricidad convencional para compartir recursos, mientras que el autoconsumo aislado precisa de baterías o almacenadores de energía para disponer de la electricidad recogida para el autoabastecimiento. Si bien este último modelo requerirá de una inversión algo mayor, sale muy a cuenta a largo plazo. Dado que, como se ha mencionado, dejaremos de depender totalmente de la red eléctrica y podremos abrazar de forma completa el llamado autoconsumo. Ello, no obstante, no quiere decir que la energía vaya a agotarse con rapidez, pero sí que debemos aprender a administrarla. Algo que, de hecho, tiene todo el sentido entendiendo los matices de la sostenibilidad.

Instalando todo lo necesario

Mencionadas algunas de las variantes del autoconsumo, sólo queda planificar su instalación con detenimiento. Por una parte, es preciso realizar una apreciación sobre el tamaño de la instalación. Tomando un ejemplo de atersa.shop, para un consumo de unos 8.000kWh anuales correspondería una instalación de 5kWp de panel. Asimismo, debemos comprobar que, en relación con el tamaño, tenemos espacio suficiente para los paneles. Y, finalmente, adquirir un kit de autoconsumo y, a ser posible, que éste venga con su correspondiente instalación. Las características de dicho paquete variarán en función de nuestro espacio y nuestras necesidades de consumo.

Instalado lo esencial, llega el momento de la burocracia, donde entran factores como solicitar una licencia de obra menor o legalizar la misma instalación de las placas fotovoltaicas y todo lo demás. Trámites que, aunque pesados, necesarios para poder ejecutar factiblemente nuestro proyecto en aras de un mundo más sostenible y que, indudablemente, debe comenzar en nuestro hogar. Porque, al final y al cabo, el mejor modo de cuidar el planeta es desde nosotros mismos. Abordando todo cuanto podemos hacer por él y, por supuesto, por nuestro propio ahorro. Sólo es cuestión de pocos años que el autoconsumo forme parte indivisible de nuestra vida ordinaria.